Aderezos que engordan y vacas flacas que sufren de omnipotencia. La Mayonesa Griega no es un condimento que acompañe cualquier momento. Nació para robarle tiempo al tiempo de otros, y hoy es sólo un espacio para jugar a qué se algo.

miércoles, diciembre 21, 2005

Una cuestión de ritmos

Entre esta mismísima pantalla (mismísima mia, más no de quien esté leyendo) y mis ojos, un espacio de aire, denso y pegajoso, que con las horas se hace más denso y más material. Me pregunto si no se caerá un día a pedazos el aire inmovil solidificado que rodea mi cuerpo inmovil en esta oficina inmovil?

Me despierta del letargo una llamada telefónica. Como la recepcionista no me dice quién es, asumo que es personal, o que algún cliente de quien me he olvidado me va a agarrar en bolas con alguna cosa para ayer, y voy a terminar patinando cuesta abajo pero con arte.

Por suerte es mamá. Y ella anda a su ritmo. Lento, pero con ganas.
Cuando vivía con ella llamaba a casa desde el hospital donde se internaba a trabajar cada día (grandioso es el Estado con sus empleos públicos de cinco horas y muchas vacaciones). Me llamaba todos los días a las 12, 12 y media. Cómo estas? Comiste? Qué vas a comer? Acordate que hay tarta en la heladera. Acordate que hoy vuelvo a las cinco. Y una serie de cuestiones de su agenda personal que por supuesto en mi no hacían mucho efecto.
Nunca entendí para qué me llamaba, y siempre sospeché que mi madre estuviera metida en algún centro reordenamiento de la personalidad donde le exigieran hacer rutinariamente algo en el día y que entonces yo había sido la condenada elegida.

El primer día que empecé a trabajar (claro, mi trabajo era a ocho cuadras de casa, lo cual hacía asumir a mi madre que aún estaba yo dentro de su influencia de soberanía) me llamó impunemente dos o tres veces para decirme... nada.

Pero seguí llamando, mamá, te juro que un día de éstos te voy a entender y vamos a dejar de pelearnos y amistarnos en apenas cinco minutos telefónicos.

martes, diciembre 13, 2005

Entre el cielo barroco y el infierno santiagueño


Llego con sol a mi departamento del trabajo. Todavía no me acostumbro a esto de no vivir sobre la faz de la tierra. Me acuesto en la cama desecha y no puedo hacer nada más por aproximádamente media hora.

Miro el techo, me voy relajando de a poco. Cierro los ojos, dejo un poco que Pericles me bese la mano y lo echo no sin esfuerzo, hasta que se sube a mi cama y la discusión concluye nuevamente conmigo cediendo. Entonces comienza la función: los vecinos del edificio de al lado que se juntan todos los lunes a ensallar con su coro lírico, me van transportando hacia las nubes. Sin ironía, es fantástico. La acústica me favorece ya que su ventana da al patio interno de mi departamento, al cual da la ventana de mi cuarto.

Aprovecho, cierro los ojos y me dejo encantar... hasta que el chamamé furioso de la peña folclórica del salón de al lado me derrumba y me deja sin aliento.

Cómo explicar mi situación? De un lado la magia austríaca del bello canto, del otro el grito hondo del campo polvoriento. Al mismo tiempo, en fusión imposible y mi cama en el medio. Perdida.

Qué suerte que Pericles no entiende nada de nada y me sigue lamiendo la mano. En cuanto mi vecina de enfrente empiece con la tele, me voy a descansar al bar de la vuelta.

jueves, diciembre 01, 2005

Masoquize me

Por qué elegir la tortura continua, prolongada activamente, concentrada en pequeños gestos?
Voy a tratar de explicarme...

Por qué cuando subimos al colectivo apurados, sabiendo qué el tiempo apremia, miramos, indefectiblemente, la hora en el boleto? Si ya sabíamos cuán tarde era (en serio, miramos el reloj despertador de casa y le juramos exprimirlo hasta último momento), sabíamos que mirar la hora era sólo para que nos baje un gusto amargo por la garganta. Más rápido, más rápido, chofer!

Por qué miramos sin sacarle los ojos de encima al taxímetro cuando tomamos la poco sabía decisión de hacer esas cuadritas en taxi? Para ver caer una a una las fichas de nuestra perdición? Y cuanto menos hay en el bolsillo... es cierto que aún más atentos miramos? Cuál sería la idea, tirarse del taxi en cuanto llegue al precio justo?

Por qué espiamos esa esquina inferior derecha maldita de la pantalla cuando aún el sol y el trabajo no hecho nos dicen que nos faltan 4 horas para irnos de esta horrible oficina!? Y por qué entonces repetir la tortura cada 15 minutos? Cuánto más miramos, más rápido pasa el tiempo?

De estás tendría miles: probar la leche para ver si está podrida, oler la zapatilla para ver si es caca, llamar al que nos dejó para ver qué onda, entrar en la habitación de otro para ver si hay alguien (claro que en este caso siempre hay más de uno que incluye ese alguien), pobrar el mate de ayer para ver si sigue caliente, etc.

Siempre la insoportable búsqueda omnipotente de poder con todo, para descubir que el tiempo y el espacio siguen siendo aún bastante testarudos.

Acerca de mí

Análista Free-lance de Investigación Social y de Mercado